8.1 Parte 2
-¡Es una locura!- gruñó César, -¡esas tierras son un pantano! Hace mucho frío y el barro y la niebla las convierten en un infierno. Ni loco me molesto en llevar a mis soldados ahí-
Su voz parecía terminante y Mistófelis sintió que el pecho se le oprimía… tenía que convencer a César o nunca volvería al coplegio…. De pronto se acordó de las palabras secretas para abrir la caja. El dios Marte se lo había advertido, si quería convencer a César tendría que abrir la caja…
-Señor César dijo tímidamente, -Marte, el dios de la guerra, que seguramente debe ser amigo suyo, porque usted es un general muy valiente- dijo para alagarlo un poco, -me dijo que dentro de aquella caja había un mensaje de los dioses para usted. Que si lo leía se convencería de conquistar las tierras de Britania…
César no tenía ningunas ganas pero… tampoco quería arriesgarse a desafiar a los dioses, así que se paró y caminó con Mistófelis hacia la caja secreta.
Al llegar al lado de la caja, Mistófelis le dio el pergamino con las palabras secretas para que la abriera.
César las leyó, se frotó las manos y comenzó a marcar las letras en la cerradura: p, a, l, a… y así hasta escribir todas las palabras que Mistófelis había descifrado.
Al terminar de escribirlas, mágicamente la puerta secreta se abrió con un chirrido de bisagra oxidada, claro hacía no sé cuántos años que no se abría. De inmediato un pergamino viejísimo se desplegó ante los ojos de César.
Los ojos de César se llenaron de lágrimas y de pronto sintió en su pecho el placer inmenso de la gloria. De pronto, y como por arte de magia comprendió que sería inmortal gracias a sus conquistas y sin dudarlo se puso de pie ante todos los miembros de senado y su voz se oyó con la fuerza de todos los siglos de gloria que Roma tendría por delante:
-Honorables miembros del senado, debemos conquistar las lejanas tierras de Brirania. Debemos llevar la gloria de Roma a los confines de la tierra, por nosotros, por nuestros hijos y por todas las generaciones que vendrán.
Antes de que terminara de hablar una luz dorada refulgente salió de la figura de César y tiñó toda la habitación de estrellas de colores que empezaron a girar y girar cada vez más fuerte y que se reflejaban en los ojazos abiertos de Mistófelis.
-Miau, ¿qué está pasando, ¡todo, todo me da vueltas! ¡Ay! la pancita se me llena de mariposas, ¡qué cosquillas! Ahhh no hago pié, estoy volando con las luces de coloreeeeeeees.-
Y de repente, plaf, Mistófelis aterrizó justo sobre el teclado de la señorita Mechi, que estaba dando un concierto de música…
Allá voy!!!!!!!!