5.2 Parte 3




Diciendo esto, la diosa puso a la gata sobre un árbol y juntas miraron una de las fiesta más divertidas y coloridas de la antigua Roma.

Los Luperci, así disfrazados de lobos, iban corriendo y bailando por las calles, y las mujeres, todas vestidas de rojo iban cantando a su encuentro. Al cruzarse unos con otros, los sacerdotes las golpeaban suavemente con sus tiras de cuero de lobo simbolizando así la purificación y la fertilidad.

De repente la diosa se esfumó, pero la fiesta estaba tan animada que Mistófelis ni se dio cuenta. El aire estaba cargado de música y color, todo era alegría, algo tan hermoso que Mistófelis nunca olvidaría ese 15 de febrero.

A medida que transcurrían las horas, toda la ciudad se fue calmando, las personas se fueron dispersando y de a poco volvió la quietud.

Fue entonces cuando Mistófelis distinguió a su pequeño Antonio.

-¡Mistófelis! ¡Mistófelis! ¿Dónde te metiste? ¿Estás bien?

-Miau, estoy acá arriba.

Y sin perder un minuto dio un salto y aterrizó al lado de Antonio.

-¡Qué suerte que estás bien!, tenía miedo de que con tanta gente te hubiera pasado algo.

-¿Y vos? ¿Dónde estabas?

-Yo estaba con la esposa de César, Calpurnia, que había venido a la fiesta porque quiere ser madre pronto y todos dicen que es de buena suerte que te lleve por delante uno de estos luperci. Bueno, como ya sabés la diosa Venus es protectora de su familia…y le dio cuatro herramientas secretas, para encontrar más fácilmente a César. Seguime a ver si las podemos descifrar.

-Miau.