4.1 Parte 2
-Claro que si pudiéramos descubrir el misterio de la fabricación de la seda… De pronto los ojazos amarillos de Mistófelis se abrieron de par en par. -Claro, -dijo la flamante espía real- ¡Bizancio podría fabricar la seda y venderla a todo el mundo! -Exactamente… -Entonces, ¿cuál es el problema? -El problema es que los chinos viven en China, Mistófelis y la China está muy pero muy lejos de aquí. Hay que atravesar desiertos y montañas altísimas cubiertas de nieve y por si esto fuera poco… hay que entrar en el palacio imperial y robar el misterio de la seda que ha sido guardado por siglos y siglos. La emperatriz tenía un gesto muy serio en la cara. “Mistófelis, esta misión salvará a todo el imperio Bizantino, ¿Entendés?” Mistófelis bajó las orejitas y dijo, -Miau. -Esta misión es muy peligrosa y tendrás que viajar con otros espías para poder tener éxito. -¿Otros espías? -Preguntó Mistófelis algo asustada, porque una cosa es que uno sea la espía, pero otras muy distinta es trabajar con espías de verdad que suena muy peligroso… -La ruta de la seda es larga y peligrosa. Sólo la conocen los mercaderes y los monjes nestorianos. -Los ¿Qué? -Mistófelis, que ya entendía poco, detestaba las palabras difíciles. -Los monjes nestorianos son unos religiosos muy sabios. Se han especializado en medicina y otras ciencias y han fundado monasterios a lo largo de toda la ruta de la seda. Ellos les ofrecerán refugio y alimento durante la travesía. Ni bien terminó de decir esto, Teodora levantó la mano y llamó a su Eunuco. -¡Eutropio! ¡Eutropio! -Sí mi Señora .-Respondió Eutropio con una voz tan aguda que era difícil reconocer que se trataba de un hombre. -Por favor, guiá a Mistófelis hacia la salida. Y, mi querida espía, aquí te entrego las instrucciones para que encuentres a tus otros compañeros dentro de la ciudad. Teodora entregó un pergamino a Mistófelis, se levantó elegantemente y salió de la sala con paso tan decidido que hizo flamear su vestido seda rojo.