8.1 Parte 2

De repente la máquina pegó un vuelco. La panza de Mistófelis se le subió a la garganta, los pelos se le pusieron de punta. -¡Aaayyyy! – Gritó Mistófelis. Se agarró del timón y pedaleó con todas sus fuerzas. En medio de toda esa confusión, uno de los cuadros se soltó y…comenzó a caer, planeando en el aire como un juguete del viento. -¡Uy! Espero que no haya sido la verdadera. –Dijo Mistófelis mientras la miraba caer.

La máquina de volar subió con vuelo pesado hasta las nubes y en menos que canta un gallo, apareció en el horizonte la cúpula de del Duomo. La gente miraba para el cielo y se amontonaba en las calles para ver el espectáculo. -¡Miren! –Decía uno.- ¡Es como un pájaro enorme!¡Y está manejado por un gato! -¡Cuidado!¡!Parece que se viene a pique! -Gritó otro- ¡Corran, corran! Mistófelis cayó sobre el piso de piedra de la plaza de la Signoría y todos corrieron a ver de qué se trataba. De repente, en medio de la multitud, apareció Leonardo, que se abría paso con brazos y codos. -¡Permiso!¡Permiso!¡Déjenme pasar!¡Esa es mi máquina de volar!

Leonardo llegó a la máquina, y al ver a Mistófelis se tiró sobre ella y la abrazó con tanta fuerza que casi la ahoga.- ¡Mi gatita! ¿Estás bien?¿Estás bien? Mistófelis no contestaba, ¿Cómo iba a contestar si Leonardo la estaba apretando tanto que no podía respirar. -Y ¿Qué es eso que tenés ahí? ¡Pero si son cuadros de La Gioconda! ¡Mi Gioconda! ¿Dónde estás? ¿Dónde estás que no te veo? – Mientras hablaba, Leonardo iba desatando los cuadros, los miraba y los tiraba a un lado, hasta que al desatar uno de los últimos lanzó un grito como de guerra.- ¡Sí! ¡Mi Gioconda amada! ¡Acá estás! ¡Ya nunca me separaré de vos! Te voy a llevar siempre conmigo, a todas partes, siempre. –Y besaba el cuadro como si se tratara de una mujer de verdad.

Mientras tanto, Mistófelis logró bajarse de la máquina de volar y gateando con disimulo, pasó por entre la gente y se llevó un cuadro, uno especial, donde la Gioconda se veía con un gatito en brazos, un gatito que le resultaba muy conocido. Mistófelis se acercó un poco más para verlo bien y de repente… -¡AAAAAAAhhhh! ¡Me está tragandooooooo! Mistófelis empezó a girar a toda velocidad por el espacio y el tiempo . Miles de luces de colores pasaban a toda velocidad delante de sus ojazos amarillos . -¡Miauuuuuu! ¡Voy a vomitar!

Mistófelis pataleaba en el aire y de pronto… ahí estaba, en el aula de arte, con un cuadro de la Gioconda entre los brazos y la panza en el escritorio de la Seño Alina.

Fin