Chapter 7 Capítulo 7: “La Ira de Aquiles”
En cuanto Mistófelis terminó de escribir su carta, empezó a maullar como loca, para ver si alguno de los dioses del Olimpo la escuchaba. Y con tanto barullo, Zeus, el padre de los dioses se puso muy nervioso y decidió mandar a otro mensajero divino, Hermes, el dios de los pies alados, para que le avisara a Aquiles lo que le había pasado a su amigo Patroclo. Claro que lo que nadie sospechaba era que Aquiles, al enterarse de que su amigo había sido vencido por Héctor se pusiera como loco.
Empezó a tirarse de los pelos, a revolcarse por el piso, a llorar a los gritos. -¡Ah, Patroclo! Nooo, Patroclo noooo! Y golpeaba el suelo polvoriento con su puño poderoso y levantaba una nube de tierra que se elevaba por sobre el campamento de los mirmidones.
-!Qué barbaridad! ¿Qué vamos a hacer ahora?- pensó Mistófelis. -Yo creía que iba a ir a pelear, pero …le agarró un ataque de ira…estamos en problemas… ¿Qué puedo hacer?… ya sé, me voy a acercar despacito y le voy a decir que lo mejor sería que fuera él mismo a pelear…
Y ni bien terminó de pensar, Mistófelis comenzó a gatear agazapada, despacito, para no hacer ni un ruidito. Movía la cabecita mirando de un lado a otro para estar segura de que nadie la viera. Tosiendo un poco, por el polvo que levantaba Aquiles al golpear contra el piso, finalmente llegó hasta el héroe y con su voz más dulce dijo: “Aquiles, creo que en vez de llorar, tendrías que ir a pelear y arreglar todo este lío.”
¡Para qué! El chico no estaba de humor para consejos y a los gritos le contestó -¡Qué decís, animal! No puedo ir a pelear porque Patroclo se llevó mi armadura y todas mis armas. Mis armas, que me hacían invencible!
-¿Invencible?-, se atrevió a preguntar Mistófelis. -Sí. Habían sido hechas por los dioses del Olimpo para mí, a pedido de mi madre Tetis… ¡Aaaahhhh, aaahhhhhh!”.
Y se puso a gritar como un loco, tan fuerte, tan fuerte que Mistófeles pegó un salto hacia atrás y bajando las orejitas salió corriendo.
-¡Miau, miau y réquete miau! ¡Qué lio, qué lio!- decía Mistófelis mientras corría a la velocidad del viento. -Tengo que hablar con Tetis.