4.1 Parte 2
La noche del 14 de julio de 1789 se llenó de gritos, de cantos y de furia. Un río de gente corría sin control rumbo a la prisión de la Bastilla y Mistófelis y Pierre, no tuvieron más remedio que correr con ellos. Todos corrían como locos y en menos que canta un gallo, o que Mistófelis dice miau, estaban frente a una fortaleza de piedra. Era como un castillo ennegrecido de horror y sufrimiento. Como movidos por una fuerza sobrenatural, los ciudadanos de París comenzaron a cantar “Liberte, fraternite, egalite” más y más fuerte y comenzaron a golpear a las pueras de la Bastilla. Algunos se trepaban por las paredes y de repente… ¡Bum! ¡Bam! El aire se llenó de estruendos y de olor a pólvora.
Entonces, se abrieron las puertas de la Bastilla y hombres, mujeres y niños inundaron la prisión gritando y peleando como hormigas fuera de control. A medida que avanzaban, más y más gente se les unía. Los prisioneros salían de sus celdas, tomaban un palo o algo que sirviera como un arma y se unían a la multitud
De repente la noche se llenó de luces. Algo estaba explotando.
-¡Miauuuuu!!!!- Gritaron Mistófelis y Olivier a la vez. Tensaron todos los músculos del cuerpo, pararon los pelos del lomo y de un super salto quedaron suspendidos de la torre más alta.
-¡Ay! ¡Señor! Miau y remiauuuuu. Esto está que arde. –Dijo Mistófelis muerta de miedo.
-¡Y que lo digas amiga! Parace que los planes de los Defarge estaban más cerca de lo que creíamos. Esto es la revolución.
Olivier le hizo un gesto con la cabeza a nuestra amiga y en medio de la confusión se escaparon de la Bastilla.
-Corré, Mistófelis, corré. ¡Tenemos que llegar a la taberna de los Defarge y apoderarnos de los tejidos secretos!